Slow Travel en Australia: Mi road trip de 3000 km sola desde Victoria a Perth
En 2020, cuando el mundo comenzaba a detenerse por el COVID-19, yo emprendí un viaje que parecía ir a contracorriente: un road trip de más de 3000 km desde Lake Eildon (Victoria) hasta Perth (Western Australia). Lo hice sola, en mi propio auto, que transformé en un pequeño hogar rodante.
No fue solo un trayecto de un punto a otro. Fue una experiencia marcada por la incertidumbre, por el miedo a lo desconocido, pero también por la libertad de moverme a mi ritmo, de descubrir Australia de manera lenta, segura y consciente.
👉 Este es un ejemplo de lo que significa el slow travel: disfrutar del camino tanto como del destino.
Preparación del auto: seguridad y confianza
Antes de salir, llevé mi auto a un mecánico para una revisión completa. Aprendí lo básico: cómo cambiar un neumático, revisar el aceite y el agua. Esa confianza técnica fue mi primera herramienta de seguridad.
Dentro del auto armé mi refugio:
Colchoneta atrás para dormir.
Contenedores con ropa, comida, agua y herramientas.
Kit de camping (mesa, silla, cocinilla, olla, sartén, platos y cubiertos).
Protectores caseros para ventanas.
Libros, porque el slow travel también se mide en páginas leídas.
Planificación de la ruta y oficinas de turismo
La ruta no fue solo combustible y kilómetros. Me detuve en oficinas de turismo locales para preguntar qué lugares valía la pena visitar o dónde era mejor descansar. Esa costumbre me llevó a conocer rincones que no aparecen en guías digitales.
En Australia, viajar en carretera es mucho más cómodo porque la mayoría de pueblos cuenta con baños gratuitos y hasta duchas públicas, algo que convierte a los road trips en experiencias accesibles y prácticas.
👉 Enlace interno: Viajes slow travel
Mis paradas más memorables
Pink Lake en Dimboola – Un espectáculo surrealista que cambia según el clima. Descubrí que sus tonos rosados varían si ha llovido recientemente o si el cielo está nublado. Allí conocí a una pareja que viajaba en una casa rodante rumbo a Uluru. Conversamos un rato, me tomaron una foto y siguieron su camino, apurados por el tiempo. Ese breve encuentro me recordó que cada viaje tiene su propio ritmo.
Adelaide – Aquí decidí darme un gusto: me quedé en un hotel y fui a cenar a un restaurante que parecía prometedor. Pedí un risotto, pero terminó siendo el peor que he probado en mi vida 😅. Aun así, la experiencia me enseñó que los viajes no siempre son perfectos y que hasta los momentos menos agradables se transforman en recuerdos.
Lo que sí me gustó fue observar lo diferente que son las ciudades en comparación con los pequeños pueblos de carretera. En Adelaide, la vida urbana se sentía más estructurada, pero al mismo tiempo, el ambiente estaba cargado de incertidumbre: el COVID recién comenzaba y se percibía un aire de tensión. La gente mantenía distancia, dudaba en compartir espacios, y esa sensación de “ciudad en pausa” se quedó grabada en mí. Fue extraño, pero también parte del aprendizaje de viajar en un tiempo tan único en la historia.
Port Lincoln – Aquí pasé una de las noches más especiales del viaje. Estacioné mi auto frente al mar y conocí a una familia que estaba dando la vuelta completa a Australia. Sus niños eran curiosos y me hacían preguntas de todo tipo, y lejos de molestarme, me encantó ver cómo vivían con tanta naturalidad la aventura de la carretera.
Los padres eran profesores y me contaron que practicaban homeschooling con sus hijos mientras viajaban. Me impactó la valentía de dejarlo todo atrás para recorrer el país en familia. Además, fueron ellos quienes me actualizaron: yo todavía usaba un libro de camping, y me enseñaron a usar mejor la app Wikicamps. Esa mezcla de aprendizaje, conversación y compañía fue uno de los recuerdos más hermosos de todo el viaje.
Eyre’s Waterhole – Este free camping me sorprendió porque, aunque viajaba sola, esa noche dormí rodeada de otros viajeros en sus caravanas, buses y motorhomes. Fue en ese momento cuando entendí que la carretera crea comunidad: incluso si no hablas con todos, sabes que no estás sola, que compartes la misma ruta con personas que buscan lo mismo que tú.
La noche fue silenciosa, alejada del ruido de la ciudad. Solo el sonido del viento entre los árboles y el crujir de alguna rama. Me acosté en mi colchoneta mirando por la ventana del auto y pensé: “viajar sola no significa estar en soledad absoluta, sino aprender a disfrutar la compañía del camino y de quienes lo recorren contigo”.
Point Sinclair Camp – Llegué aquí por casualidad, porque no quise acampar en Ceduna, y terminé descubriendo un lugar mágico. Vi mi primer amanecer en el medio de la nada: un cielo rojo intenso que me sorprendió y me dejó sin palabras.
Este rincón también me mostró por qué los surfistas buscan playas remotas: las olas, la tranquilidad y esa forma de compartir entre ellos casi como en familia. Fue una de las experiencias más auténticas de todo el viaje.
Nullarbor Plain – Manejar horas y horas sin señal de teléfono fue un reto mental. Durante mi cruce comenzó a llover, lo que hizo que la carretera se volviera aún más desafiante. Aquí comprendí lo peligrosos que pueden ser los road trains (camiones de varios remolques): su tamaño y velocidad imponen respeto en cada adelantamiento.
Además, los cambios de huso horario me hicieron perder la noción del tiempo. Todo esto me recordó algo clave: hay vivencias del camino que no aparecen en revistas ni en folletos turísticos, solo se entienden al vivirlas.
Norseman – La última gran pausa antes de llegar a Perth. Aquí descubrí otra cara del viaje: los enormes camiones mineros que circulan de noche por la carretera. Es impresionante verlos de cerca, casi parecen monstruos de acero iluminados en la oscuridad.
Norseman es también una zona marcada por la minería, y algunas faenas están muy cerca de la carretera. Esa mezcla entre lo natural y lo industrial me dejó reflexionando sobre cómo el paisaje australiano convive con la extracción de recursos.
Esa noche decidí quedarme en un free camp. El silencio solo se interrumpía por el paso lejano de algún camión, pero sobre mí el cielo estaba tan despejado que pude ver miles de estrellas. Fue una de las noches más memorables del viaje, un contraste entre la inmensidad del universo y la dureza del asfalto.
👉 Enlace interno: Qué ver en Perth
Slow travel en la práctica
El slow travel no se mide en kilómetros, sino en cómo vives el camino:
Manejar solo en horarios seguros.
Aceptar que algunos días eran de 10 horas y otros de apenas un par.
Cocinar algo sencillo bajo las estrellas o leer frente al horizonte.
Conectar con otros viajeros en caravan parks.
Detenerse no solo para avanzar, sino para estar presente.
👉 Enlace externo recomendado: Wikicamps Australia
Consejos prácticos para un road trip en Australia
Haz revisar tu auto antes de salir y aprende mecánica básica.
Lleva agua y combustible extra.
Usa apps como Wikicamps Australia y mapas offline.
No subestimes los cambios de huso horario.
Habla con locales en oficinas de turismo.
Aprovecha baños y duchas gratuitas en pueblos.
👉 Enlace interno: Consejos para viajar sola
Lo que me enseñó este viaje
“La carretera no se conquista, se vive.”
Este road trip fue un aprendizaje de confianza, paciencia y conexión. Viajar sola en tiempos de pandemia me enseñó que lo importante no es llegar rápido, sino disfrutar del viaje.
Una mirada más allá de Australia
Aunque esta experiencia la viví en Australia, muchas de las recomendaciones son aplicables en cualquier parte del mundo: Sudamérica, Estados Unidos o Europa.
La clave está en preparar tu vehículo, viajar con seguridad y adoptar la filosofía slow travel: disfrutar del trayecto más que del destino.
Conclusión
Un viaje de más de 3000 km por carretera en Australia puede sonar extremo. Pero si lo haces con calma, seguridad y apertura, se transforma en una experiencia única. Para mí, fue un encuentro conmigo misma en un tiempo donde el mundo parecía detenerse.
👉 ¿Has hecho un road trip sola o en grupo? Cuéntamelo en los comentarios.