Working Holiday en Australia: mi breve paso por Sídney

Un viaje inesperado

La decisión de irme a Sídney no fue planeada, más bien nació de una corazonada. Después de dejar mi trabajo en Bedarra, coordiné un viaje a Melbourne para reencontrarme con mi mejor amiga, que estaría de paso por Australia. De ahí seguiría rumbo a Sídney en un road trip junto a otro amigo, con la idea clara de volver a empezar y dedicarme a buscar un nuevo trabajo.

Ese diciembre de 2019, la carretera nos recibió con un escenario doloroso: uno de los incendios más grandes en la costa este. Fueron días de viaje entre kilómetros y kilómetros de bosques quemados, con un olor tan fuerte que parecía quedarse en la ropa y en la memoria. Ver ese paisaje desolado fue un golpe emocional.

Carretera con humo e incendios en la costa este de Australia

Al llegar a Sídney sentí un verdadero choque de realidades. Venía de una vida simple, desconectada del tráfico y del bullicio urbano, acostumbrada a playas solitarias y a un ritmo sin relojes. La ciudad me recibió con rascacielos, trenes, ruido, gente que se movía rápido. Me abrumó, pero también me recordó que estaba lista para empezar un nuevo capítulo.

Mi breve paso por Sídney

El choque de realidades al llegar

Estar en la ciudad me sacó de esa zona de confort que tanto había disfrutado. Fue un golpe de realidad: recordé la vida acelerada que alguna vez había vivido y que no me gustaba. El calor hacía todo más difícil. Llegué a un hostal donde el aire acondicionado no funcionaba, apenas teníamos un ventilador que no servía de mucho y, para peor, el ruido de la calle no me dejaba dormir bien.

Fue ahí donde tomé una decisión: no me quedaría a buscar trabajo en Sídney. Quería seguir recorriendo Australia y conocer más del país. Además, como backpacker, la competencia era alta y los empleadores pedían cada vez más experiencia para trabajos que terminaban pagando menos. Muchos lugares exigían incluso hacer un free trial (trabajar gratis para ver si les gustabas) y eso no era lo que yo buscaba.

Explorando y encontrando mi rumbo en la ciudad

A pesar de esa primera impresión, decidí darme la oportunidad de conocer la ciudad como viajera y no como trabajadora. Caminé por Circular Quay al atardecer, vi por primera vez la Opera House iluminada, recorrí los jardines botánicos y descubrí que Sídney podía ser abrumadora pero también sorprendente.

Opera House en Sydney Australia con turistas

Entre el calor del verano y la incomodidad del hostal, encontré refugio en la biblioteca de la ciudad. Pasaba horas allí: leyendo, buscando trabajo y, sobre todo, disfrutando del internet gratis. Me suscribí sin pensarlo y descubrí que muchas veces las bibliotecas en Australia ofrecen la suscripción gratuita y acceso libre a libros. Fue un pequeño oasis en medio del caos urbano.

tarjeta para biblioteca del estado de New South Wales

En esa misma semana conseguí dos cosas que cambiarían mi aventura: un nuevo trabajo y mi compañero de ruta, mi primer auto en Australia. Lo compré junto a un amigo que me ayudó a revisarlo; pertenecía a una familia que lo había tenido por años y me costó solo 2000 AUD. Nunca olvidaré la primera vez que crucé el famoso Harbour Bridge manejando. Fue emocionante, aunque también confirmé que el tránsito en Sídney era tan caótico como el de cualquier gran ciudad.

Harbour Bridge desde la distancia

Con todo listo para comenzar mi nuevo trabajo, mi amigo me invitó a pasar Navidad con su familia en Moruya, un pequeño pueblo costero al sur de Sídney. Esa invitación me permitió no solo transferir el auto a mi nombre en uno de esos pueblos, sino también recorrer manejando parte de la costa australiana, esa costa que realmente amo.

Moruya river al amanacer nublado

Camino hacia el Lago Eildon

Desde Sídney organicé mi siguiente destino: el Lago Eildon. Allí encontré el trabajo que marcaría mi siguiente etapa en Australia y que me permitió volver a ese ritmo más simple que tanto valoraba. Fue un contraste enorme pasar de los rascacielos a los paisajes abiertos y a una vida más pausada.

Reflexión final

Sídney, con todo su ruido, calor y competencia, me enseñó algo valioso: no quería quedarme atrapada en el ritmo de la ciudad. Prefería los caminos largos, los paisajes quemados que renacen y las historias pequeñas. Fue una parada breve, pero decisiva, para comprender que mi Working Holiday sería mucho más que un trabajo: sería un viaje de autodescubrimiento.

¿Y tú?

👉 ¿Has tenido una parada breve que cambió la dirección de tu viaje? Cuéntamelo en los comentarios.
👉 Si quieres seguir leyendo mi aventura, no te pierdas el post sobre Lake Eildon, Australia: Naturaleza y Trabajo con la Working Holiday Visa.

 
Sobre La Autora

Soy María Olivia, viajera y creadora de Sin Itinerario Viajes. Recorro el mundo compartiendo historias reales, consejos prácticos y experiencias únicas para que vivas tus viajes sin estrés y con propósito.

Previous
Previous

Bedarra Island con la Working Holiday: Lo que aprendí trabajando en un resort de lujo

Next
Next

Lake Eildon, Australia: Naturaleza y Trabajo con la Working Holiday Visa