Un viaje inesperado: de los incendios a los nuevos comienzos en Sídney

🕓 Actualizado el 11 de noviembre de 2025
Este artículo forma parte de mi diario mochilero en Australia. Ha sido revisado para mantener su autenticidad y coherencia con la línea editorial de Sin Itinerario Viajes.

La decisión que no fue planeada

La decisión de irme a Sídney no fue planeada, más bien nació de una corazonada. Después de dejar mi trabajo en Bedarra, coordiné un viaje a Melbourne para reencontrarme con mi mejor amiga, que estaría de paso por Australia. De ahí seguiría rumbo a Sídney en un road trip junto a otro amigo, con la idea clara de volver a empezar y dedicarme a buscar un nuevo trabajo.

Carretera australiana con humo tras los incendios forestales, costa este 2019

Ese diciembre de 2019, la carretera nos recibió con un escenario doloroso: uno de los incendios más grandes en la costa este. Fueron días de viaje entre kilómetros y kilómetros de bosques quemados, con un olor tan fuerte que parecía quedarse en la ropa y en la memoria.

“Ver ese paisaje desolado fue un golpe emocional, una postal triste de un país que arde y renace al mismo tiempo.”

Recuerdo mirar por la ventana en silencio, sin poder dejar de pensar en toda la vida que se había perdido. Aun así, entre el humo y el calor, sentía que el viaje recién comenzaba, que había algo esperándome más adelante.

Mi breve paso por Sídney

El choque de realidades al llegar

Llegar a Sídney fue un verdadero contraste. Venía de una vida simple, desconectada del tráfico y del bullicio urbano, acostumbrada a playas solitarias y a un ritmo sin relojes. La ciudad me recibió con rascacielos, trenes, ruido, gente que se movía rápido. Me abrumó, pero también me recordó que estaba lista para empezar un nuevo capítulo.

Estar en la ciudad me sacó de esa zona de confort que tanto había disfrutado. Fue un golpe de realidad: recordé la vida acelerada que alguna vez había vivido y que no me gustaba. El calor hacía todo más difícil. Llegué a un hostal donde el aire acondicionado no funcionaba, apenas teníamos un ventilador que no servía de mucho y, para peor, el ruido de la calle no me dejaba dormir bien.

Fue ahí donde tomé una decisión: no me quedaría a buscar trabajo en Sídney. Quería seguir recorriendo Australia y conocer más del país. Además, como backpacker, la competencia era alta y los empleadores pedían cada vez más experiencia para trabajos que terminaban pagando menos. Muchos lugares exigían incluso hacer un free trial (trabajar gratis para ver si les gustabas), y eso no era lo que yo buscaba.

Explorando y encontrando mi rumbo en la ciudad

A pesar de esa primera impresión, decidí darme la oportunidad de conocer la ciudad como viajera y no como trabajadora. Caminé por Circular Quay al atardecer, vi por primera vez la Opera House iluminada, recorrí los Jardines Botánicos Reales y descubrí que Sídney podía ser abrumadora pero también sorprendente.

Opera House en Sydney Australia con turistas

Entre el calor del verano y la incomodidad del hostal, encontré refugio en la biblioteca de la ciudad. Pasaba horas allí: leyendo, buscando trabajo y, sobre todo, disfrutando del internet gratis. Me suscribí sin pensarlo y descubrí que muchas veces las bibliotecas en Australia ofrecen membresías gratuitas para viajeros y acceso a libros, música y talleres. Fue un pequeño oasis en medio del caos urbano, y un recordatorio de que los mochileros también encontramos hogar en los lugares más simples.

tarjeta para biblioteca del estado de New South Wales

“Los mochileros también encontramos hogar en los lugares más simples.”

Un día, mientras buscaba ofertas laborales en una de las computadoras, escuché a otros backpackers hablar sobre los trabajos en zonas rurales. En ese momento sonreí, porque yo ya había vivido algo parecido en lugares remotos y sabía lo especial que era esa experiencia. A mí no me movía la idea de extender una visa, ya no estaba dentro del rango de edad, sino la curiosidad por seguir conociendo el país más allá de las ciudades.

Me fascinaba viajar por carretera y detenerme en esos pequeños pueblos que, si te distraes, desaparecen en el retrovisor. Disfrutaba entrar a un pub donde era la única latina, intentar hablar inglés aunque fuera con errores, y escuchar las historias de los locales. Me gustaba observar cómo cambiaba el paisaje, el acento e incluso el ritmo de vida según avanzabas por el mapa. Australia es tan amplia y diversa que en un mismo día puedes pasar del mar a la montaña, del desierto al bosque. Y en cada parada encontraba algo que me recordaba por qué amaba tanto viajar sin prisa.

La emoción de comprar mi primer auto en Australia

Cruzando el Harbour Bridge en Sídney por primera vez, diciembre 2019

En esa misma semana conseguí dos cosas que cambiarían mi aventura: un nuevo trabajo y mi primer auto en Australia. Lo compré junto a un amigo que me ayudó a revisarlo; pertenecía a una familia que lo había tenido por años y me costó solo 2000 AUD. Era un auto simple, pero para mí representaba libertad.

Nunca olvidaré cuando crucé por primera vez el famoso Harbour Bridge manejando. Iba sudando y estresada por la cantidad de vehículos que se movían a toda velocidad en la ciudad. Mi única misión era no perder de vista el auto de mi amigo, porque no tenía instalado el GPS. Ya había manejado antes en Australia, la primera vez fue en Cairns y luego en Brisbane, pero nada se comparó con la adrenalina de conducir en Sídney.

“Ese puente todavía me saca una sonrisa. Fue una pequeña victoria y la confirmación de que podía hacer todo lo que me propusiera.”

Con todo listo para comenzar mi nuevo trabajo, mi amigo me invitó a pasar Navidad con su familia en Moruya, un pequeño pueblo costero al sur de Sídney.

Carretera hacia Moruya, costa sur de Nueva Gales del Sur, Australia.

Esa invitación me permitió no solo transferir el auto a mi nombre en uno de esos pueblos tranquilos, sino también recorrer manejando parte de la costa australiana, esa costa que realmente amo.

Recuerdo la sensación de manejar con las ventanas abiertas, el olor a eucalipto mezclado con sal marina, y esa calma que solo se siente cuando uno deja atrás la ciudad.

Camino hacia el Lago Eildon

Desde Sídney organicé mi siguiente destino: el Lago Eildon, en Victoria. Había encontrado un trabajo allí que marcaría mi siguiente etapa en Australia, y que me permitiría volver a ese ritmo más simple que tanto valoraba.

El trayecto fue largo, lleno de curvas y paisajes abiertos. Cada parada en la carretera era una nueva historia: estaciones de servicio con locales que muchas veces era difícil de entender su acento, pequeños pueblos con panaderías familiares, y miradores que te hacían detenerte solo para respirar.

En el Lago Eildon comencé a trabajar en un restaurante rodeado de naturaleza. Mis días se llenaban de tareas simples: servir mesas, limpiar en la cocina, manejar entre el bosque. No había tráfico, ni ruido, ni prisas. Solo el sonido del lago, las risas de los locales y la sensación de que estaba exactamente donde debía estar.

Fue ahí donde entendí que la Working Holiday no se trata solo de trabajar o de ahorrar dinero. Es, sobre todo, una oportunidad para redescubrirte, para aprender a vivir con menos y valorar los momentos que realmente importan.

Reflexión final

Sídney, con todo su ruido, calor y competencia, me enseñó algo valioso: no quería quedarme atrapada en el ritmo de la ciudad. Prefería los caminos largos, los paisajes quemados que renacen y las historias pequeñas que te cambian sin darte cuenta.

Esa breve parada me ayudó a entender que cada lugar en Australia tiene su propio ritmo, y que a veces hay que perderse un poco para volver a encontrarse. Hoy miro atrás y sonrío, porque aquel viaje inesperado fue el punto de partida de muchas aventuras más.

Carretera australiana al atardecer, símbolo de nuevos comienzos.

¿Y tú?

¿Has tenido una parada breve que cambió la dirección de tu viaje? Cuéntamelo en los comentarios.
Si estás pensando en vivir tu propia aventura con la Working Holiday Visa en Australia, sigue leyendo mi siguiente historia:
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Sobre La Autora

Soy María Olivia, viajera y creadora de Sin Itinerario Viajes. Recorro el mundo compartiendo historias reales, consejos prácticos y experiencias únicas para que vivas tus viajes sin estrés y con propósito.

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